jueves, 10 de julio de 2014

CANTOS DE SIRENA





Ulises y las sirenas: pieza de cerámica ática,480–470 a. C. Museo Británico


Odiseo se fue a por tabaco y tardó veinte años en regresar a casa, diez en la toma de Troya y otros tantos tomando vinos con los amigos después de tan dura jornada. En ésta ocasión, por una vez, soslayo el aguante de la sufrida Penélope, que se las pasó mientras haciendo calceta, sacando los hijos adelante, y engañando pretendientes. Si Odiseo pudo volver fue gracias a su ingenio, y a que un buen día se le pasó la borrachera y recuperó la memoria. Me centraré en el ingenio que es más socorrido.


Una de sus aventuras más conocidas, y de las que más simiente aportó, fue la sucedida en la isla de las sirenas. En realidad un polvo rápido, un visto y no visto, pero lo suficientemente intenso como para dejar huella en las generaciones venideras. Tampoco es aquí, Ulises, un prodigio de inteligencia, en realidad iba advertido por Circe y sabía como enfrentarse al peligro.





                          Ulises y las sirenas - John William Waterhouse, 1891                                         Óleo sobre lienzo - Prerrafaelismo - 100 cm ×
 National Gallery of Victoria, MelbourneAustralia



Dichas sirenas no eran las que hoy en día conocemos, en realidad eran aves con rostro de mujer. Ni de lejos eran los seres atractivos que imaginamos hoy, pero puede que lo fueran para la gente de aquel tiempo. Sin embargo la idea era tan turbadora e inquietante, como para permanecer intacta en la memoria de la humanidad, hasta que alguien tuvo la feliz idea de describir un: ni carne ni pescado, y convertirlo luego en bocatto di cardinale. La sugerencias que ofrecen los cantos de las sirenas son infinitas.


Fue a principios del siglo XX cuando dos genios se ponen de acuerdo en nacer en Praga, y con poco más en común, llegar por caminos diferentes a una vuelta de tuerca en cierto modo parecida.




  Sirenita de Copenhague, escultura obra de Edvard Eriksen  


Rainer Maria Rilke concibe en la segunda parte de sus “Nuevos poemas”, un poemita paradójico y extraordinario: “ La isla de las sirenas”, en la que lo misterioso del irresistible“canto” sólo puede encontrarse en su otra cara: el “silencio”.


LA ISLA DE LAS SIRENAS” - Rainer Maria rilke

CUANDO les relataba a quienes le acogían,
hospitalarios, terminado su día, tarde,
preguntándole por sus viajes y peligros,
les informaba suavemente: nunca sabía

cómo asustarlos y con que brusca palabra
hacerlos retornar, para que, cómo él,
en aquel archipiélago saturado de azul,
mirasen lo dorado de las islas aquellas

cuyo aspecto es la causa de que el peligro cambie;
porque ahora no está ya en los bramidos
y en el enfurecerse, donde siempre estuvo.
Se desliza en silencio sobre los marineros

que saben que allí, a veces, en aquellas
islas doradas, alguien canta...
y se apoyan a ciegas en los remos,
cual si estuvieran rodeados

del silencio, que abarca en sí
todo el espacio, y sopla a los oídos
como si su otro lado fuera
aquel canto al que nadie resiste.”



Casi inmediatamente después Kafka escribe “El silencio de las sirenas”. Un relato tan corto como recomendable.


(La edición de la segunda parte de “Nuevos poemas”, data de 1908, mientras que Kafka escribió su cuento en 1917).




Ulises y las sirenas - Herbert James Draper, 1909 - Óleo sobre lienzo - Ferens Art Gallery, Kingston upon Hull, Reino Unido


Es justo reconocer lo inspirador del silencio, que a veces aparece como tabla salvadora, y en no menos ocasiones como castigo demoledor.

Así podemos encontrar que el silencio es muy bello, y que puede ir unido a cierta soledad considerada sabia y redentora. En música, el silencio es una pausa, un vacío, que forma parte de la música. Sin él, el resultado sería ruido inaguantable y confuso. Hasta se podría decir que ordena y limpia, y por eso a veces lo llamamos a gritos. Todo gira en torno a la paradoja cuando se habla del silencio. Quizá el silencio reclamado no sea el absoluto, sino la anhelada suavidad; la caricia de lo leve a la mente y al espíritu. El silencio absoluto se me antoja imposible, como el cero absoluto en temperatura, como el color negro, sólo conseguidos a base de la eliminación de todo movimiento y de toda luz. La ausencia absoluta de todo. 

(El silencio total, que ni siquiera soy capaz de imaginar, me da miedo).


En la historia contada por Homero, los que tienen la mala suerte de topar con la temible isla, son primero seducidos y luego depredados, o bien desaparecen enajenados por completo. Por otro lado, las metáforas reveladas por Rilke y Kafka, nos encaraman en el pensamiento terrible de la ausencia. Y entre medias todo un mundo por vivir, islas por visitar...








10 comentarios:

  1. Interesante cuestión la del silencio. Como todo, si se sabe utilizar en su justa medida, puede ser muy útil, placentero, incluso; pero en exceso, uff, debe de resultar realmente aterrador.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cierto, Marsar. Y el absoluto que relaciono con la ausencia total de energía, viene a ser nada, y la nada me atrae tanto como me inspira temor. Una sensación parecida a la que me sugiere un encuentro con esas primerizas sirenas de Homero, pienso yo.

      Eliminar
  2. Bueno, no sé si Odiseo recuperó la memoria o quizás se cansó de andar por ahí recorriendo mundo y quien sabe qué más. Claro que a saber si realmente Penélope no hacía caso de los pretendientes y tan sólo andaban todos ahí haciendo como que no estaban pero sí.

    Y a mí que me encanta la imagen idílica que tenemos todos (por que la tenemos) de las sirenas así, dulces, hermosas, persuasivas y por demás encantadoras, sí, yo me decanto por eso aunque tal vez no diga nada al respecto de sus voces que a saber si son o no melodiosas.

    ..... que saben que allí, a veces, en aquellas
    islas doradas, alguien canta...
    y se apoyan a ciegas en los remos,
    cual si estuvieran rodeados.....

    Tú dirás lo que quieras, pero las sirenas siguen estando rodeadas de ese halo mágico y hermoso que hemos ido tejiendo todos desde tiempos inmemoriables. Por cierto, me gustó el enlace a “Las sirenas de Homero”

    En cuanto a la terrible realidad de las ausencias, sinceramente a mí personalmente siempre me han aterrorizado, para qué decir lo contrario.


    Esta vez me tuviste un buen rato leyendo ¿eh? Eso es para empezar el finde con buen pie.

    Besos!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tú te decantas por la imagen creada por un monje del medievo movido por, a saber que calenturienta fantasía. Me gusta que te guste esa imagen, a mí también me gusta. Aunque sea un retorcimiento del mito al estilo Disney y cambie el infierno por un todo incluido en una piña debajo del mar.

      Mucho más comprensible es imaginar a Penélope, cual ardiente Mesalina, dando paso a cientos de pretendientes por su alcoba.

      Lo que me has hecho pensar es que no sabemos que ocurre tras ser dominados por el hechizo de la sirena. Homero prometía algo muy malo, Disney algo muy bueno. Pero en realidad es un más allá del que nadie regresa.

      Besos y sonrisas, pelirroja!

      Eliminar
  3. Bien Guillermo me detengo con mas calma en Kafka , el sagaz Ulises al que ni los Dioses podían conocer su fuero interno pudiera ser también un soberbio que victorioso se proclamó, o un loco quijotesco..., (gracias no conocía este relato).
    El silencio que conozco cuando la calma me arropa me es necesario y mucho además, tengo dificultad para encontrarle a veces llego a pensar ¿si acaso le tengo demasiado respeto? cuando acaba ese "silencio" descubro más y más ruidos en mi cabeza que creo salieron de él.

    Igual mi comentario es incoherente, igual pensé en voz alta, igual el silencio no me dejo tranquila.

    Besos muy fuertes,

    tRamos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola. Tramos!!!
      Un silencio perturbador ese, el que crea ruidos cuando no está. Podría ser una buena manera de ser reclamado. Como estar bajo los efectos de un síndrome de abstinencia.

      Gracias por desviar tu paso hacia aquí!

      Eliminar
  4. Odiseo, Odiseo, mentes mal intencionadas son las que piensan que, de todos modos, 20 años es demasiado tiempo para estar fuera de casa.
    ¿Penélope? No, de ella nadie ha podido decir nada malo, aunque su espera debió ser muy tediosa, todo lo contrario del viaje de Odiseo...

    Penélope se estremeció levemente.
    —No hables así. Los dolores de la guerra pesan mucho más sobre las mujeres que sobre los hombres. ¿Qué sabéis vosotros de los pensamientos que acosan a una mujer que vive años, miles y miles de días y noches esperando, presa continua de la ilusión y la desilusión? El amor puede transformarse en odio o en locura. Y a veces la locura golpea indistintamente, como si fuera una enfermedad.

    (Valerio Massimo Manfredi, La conjura de las reinas)

    ResponderEliminar
  5. Jajaja, el tango dice que veinte años no es nada, pero si es cierto lo que dicen, en aquellos tiempos el ser humano debía tener una esperanza de vida mucho menor. Se podría llegar a la conclusión de que veinte años eran media vida, o casi. Demasiado tiempo para dejar a una mujer sola. Por eso Penélope siempre ha sido mi heroína preferida.

    ResponderEliminar
  6. Odiseo, un hombre que logró convencer al mismísimo Aquiles con su labia, pero conocía bien sus debilidades. Los otros héroes estaban repletos de poderes, y así cualquiera es héroe.

    Me gustó lo de las sirenas que "no eran las que hoy en día conocemos".

    Tu texto me recuerda a gritos al oxímoron: Un silencio ensordecedor.

    Abrazo grande, héroe moderno.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mil gracias, Federico! Es verdad, con poder cualquiera! Por eso Odiseo es tan grande, lo que no le salvó de ir de cabeza al infierno de Dante. quizá por eso, por ser demasiado humano.

      Abrazo enorme!

      Eliminar