sábado, 15 de febrero de 2014




La tormenta ha dejado un reguero de lagrimas sobre los atardeceres. Cautiva y desarmada, se aleja cabizbaja arrastrando la túnica. Exhausta, ensimismada en su propio cansancio.

La tormenta está aburrida de tanto andar desolando horizontes. ¿Qué tendrá la tormenta? En la lenta retirada siente en su espalda el aguijoneo de las maldiciones lanzadas por los últimos damnificados. Son como débiles descargas eléctricas, y en su espalda mueren como mortecinos murmullos reproduciéndose infinitamente en la superficie de un inmenso lago, oscuro.

La tormenta regresa despacio, callando, refrescándose en el aroma que permanece en la materia al transformarse. Y llegará a su refugio, sin pausa pero sin prisa. Es el devenir del adagio. La serenidad de la ameba. El paseo desesperanzado del condenado a perpetuidad. Allí esperará paciente el próximo canto del gallo. Cuando todo vuelva a contaminarse de quietud cromática. De limas y azules asfixiantes. Entonces sonará la campana, y será señal para tomar de nuevo el camino del bramido y la furia. Mientras tanto descansa. Parece que descansa...

La tormenta aguarda su momento sentada junto a los eternos rescoldos de una hoguera inmortal. Ni se quita la capucha ni se echa a dormir. Por primera vez parece percibir mi presencia. Levanta lo justo el mentón. No tiene boca. En sus ojos vacíos no se ve el mar. Con ellos me observa, triste indiferencia. A continuación hunde la cabeza y me olvida.



domingo, 9 de febrero de 2014

LA CALLE GREAT JONES






Escrita en 1973 y siendo la tercera novela de Delillo, extrañamente (o no tanto) nunca había sido publicada en español. Curiosamente llega ahora, camuflada entre las flores de la lápida de Lou Reed. Nunca es tarde si la literatura es buena.



Sinopsis

Bucky Wunderlick es una estrella del rock en la cúspide de su carrera. En medio de una gira, y harto de un éxito en el que ya no cree, decide abandonar a su banda y refugiarse en un apartamento de la calle Great Jones, en Manhattan. Pero su exilio no resulta como esperaba, y su paz se ve continuamente truncada por todo tipo de visitas: periodistas en busca de una exclusiva, agentes musicales ávidos de material inédito, e incluso por los miembros de una misteriosa comuna agrícola que quieren implicarlo en el comercio de una nueva y potente droga.


Don DeLillo
Nueva York , 1936
Nació y creció en Nueva York. Es autor de quince novelas y varias obras de teatro. Ha ganado numerosos premios, como el National Book Award por Ruido de fondo (1985; Seix Barral, 2006), el International Fiction Prize por Libra (1988; Seix Barral, 2006), el PEN/Faulkner Award de Ficción por Mao II (1991; Seix Barral, 2008), la Medalla Howells por Submundo (1997; Seix Barral, 2009) y el PEN/Saul Bellow Award y el Jerusalem Prize a toda su carrera.








"—¿Ya has terminado del todo?¿Ya se ha acabado tu jolgorio privado?


—Creo que sí.


—¿Cuándo piensas volver con ellos? —dijo ella.


—¿Volver con quiénes?


—Ya estamos otra vez. Cinco minutos más. Ahogo, ahogo y carcajada. Que alguien le dé una cuña para que expectore.


—Que no, que ya paro.Solamente ha sido una ráfaga que me quedaba de la otra vez. ¿Cuándo pienso volver con ellos? Sé muy bien a quién te refieres. A la gente. A la multitud. Al público. A los fans. A los seguidores.


—A la audiencia —dijo ella.


—Cuando tenga algo con lo que volver. Algo o nada. Tener nada requiere más tiempo."








"—Bucky, éste es Zenko Alataki, que es cuñado de Axel Gregg, el documentalista, y yo soy la hermana de Axel, Lillian, la mujer de Zenko, Lillian Alataki. Mi marido acaba de volver del noroeste de México para recaudar fondos para el terremoto en el que ha estado trabajando allí. Tú simplemente acuérdate de no llamarlo arte. No es arte. Es un regreso a lo que había antes del arte. A encen­der fogatas y manosearse los testículos. El prodigio de la era previa a la información consistía en que los hombres percibían la tierra y se percibían a ellos mismos en pleno proceso de cambio. Zenko ha estado intentando crear presión sobre una falla geológica por medio de una serie de detonaciones muy precisas de TNT. En cuanto provo­que unas cuantas más en los sitios adecuados, ya tendrá su pequeño terremoto. La obra de arte más grande que habrá habido nunca. Lo que pasa es que no hay que lla­marlo arte.

—¿Eso es verdad?

—¿Por qué no? — dijo Zenko—. Los continentes es­tán apoyados en placas. La corteza se mueve y eso causa fracturas o fallas. La belleza de una fractura hecha por el hombre es que se puede fotografiar la superficie adyacen­te. Se pueden colocar objetos en la superficie y hacer fo­tografías aéreas de los objetos al desplomarse. Yo lo lla­mo temblor cinético. Los objetos que se desploman. Los objetos tragados por la tierra. Si la sociedad no estuviera tan obsesionada con los valores falsos, se me permitiría usar animales vivos para mis temblores. Ovejas, cabras, hasta conejos. La tecnología de los terremotos permite al hombre devolverle cosas a la tierra. Un montón de cabras tragadas por la tierra darían un temblor perfecto. Es un acto de amor sacrificial. Devolvemos cosas. La tierra las acepta y se vuelve más verde. ¿Tú cuánto pesas?

—¿Y éste es el primer temblor en el que trabajas?

—Es el primer temblor del mundo — dijo él—. Estoy siendo prudente pero atrevido. La destrucción al servicio de la vida siempre es un atrevimiento. ¿Tú cuánto pesas? ¿Te has dado cuenta de lo demacrado que está todo este grupo de gente? Parece que os estéis consumiendo todos delante de mis narices."




martes, 4 de febrero de 2014












Pedimos perdón por nuestro inexcusable olvido.

Ya no sabemos de dónde salen los plátanos.
No recordamos como sembrar trigo, ni como atrapar peces, ni como manejar la lanza.

Y si supiéramos...
si recordáramos...
no nos sería útil.

Ahora somos los peces, los plátanos, el trigo...












sábado, 1 de febrero de 2014