Había
un caballo enano que hacía
las
veces de juguete de madera
y
gente somnolienta que escondía
sirlas
bajo la media.
Alguien
cualquiera bostezó brumoso,
y
lanzó un manotazo displicente
a
una estúpida mosca
peregrina
del aire.
zufff
zufff zufff
La
mosca siguió volando tozuda.
No
más aturdida que antes, ni menos.
Sin
rumbo, sin hogar.
Esperando
a septiembre.